Para la Edad Media, se habla que comenzó a partir de la caída del Imperio romano de Occidente, y culmina en el siglo XV, a partir del Renacimiento. No obstante, las fechas anteriores no deben de ser tomadas como referencias fijas, ya que nunca ha existido un cambio brusco entre una época y otra de desarrollo cultural de un continente. Presuntamente, este término lo utilizó por vez primera el historiador Flavio Biondo de Forli, en su obra Historiarum ab inclinatione romanorun imperli decades (Décadas de historia desde la decadencia del Imperio Romano), escrita treinta años antes de su publicación, en 1438. El término implicó en su origen una parálisis del progreso, considerando a la Edad Media como un período de estancamiento cultural, ubicada cronológicamente entre la gloriosa Antigüedad Clásica, y el Renacimiento. De todos modos, en la actualidad, investigaciones consideran a este período como uno de los más importantes dentro de la evolución de Europa.
El Renacimiento, en cambio, directamente se caracteriza por tener un renovado interés por el pasado grecorromano clásico y especialmente por su arte. El Renacimiento comenzó en Italia, y se difundió por toda Europa durante los siglos XV y XVI. En esta etapa de la historia, la sociedad feudal de la Edad Media, caracterizada por una economía esencialmente agrícola y una vida cultural e intelectual domeñada por la Iglesia, se transformó en una sociedad gradualmente dominada por instituciones políticas centralizadas, con una economía urbana y mercantil, en la cual se desarrolló un mecenazgo en la educación, en las artes, y en la música.
La más reciente investigación ha puesto fin al concepto de la Edad Media como una época obscura e inactiva y ha mostrado cómo el siglo previo al Renacimiento estuvo repleto de logros. Gracias a la scriptoria(aulas dedicadas al estudio) de los monasterios medievales se conservaron obras de autores latinos como Virgilio, Ovidio, Cicerón y Séneca. El sistema legal de la Europa moderna tuvo su origen en el desarrollo del Derecho civil y del Derecho canónico durante los siglos XII y XIII, y los pensadores renacentistas continuaron la tradición medieval de los estudios de gramática y retórica. En el campo de la teología, durante el Renacimiento se continuaron las tradiciones medievales del escolasticismo y las establecidas por las obras de santo Tomás de Aquino, Juan Escoto y Guillermo de Ockham. El platonismo y el aristotelismo fueron cruciales para el pensamiento filosófico renacentista. Los avances en las disciplinas matemáticas (y también en astronomía) estaban en deuda con los precedentes medievales. Las escuelas Salerno y Montpellier fueron destacados centros de educación en la medicina durante la Edad Media.
El Renacimiento italiano fue sobre todo un fenómeno urbano, un producto de las ciudades que florecieron en el centro y norte de Italia, como Florencia, Ferrara, Milán y Venecia, cuya riqueza financió los logros culturales renacentistas. Estas mismas ciudades no eran producto del Renacimiento, sino del periodo de gran expansión demográfica de los siglos XII y XIII. Los comerciantes medievales italianos desarrollaron técnicas mercantiles y financieras como la contabilidad o las letras de cambio. La creación de la deuda pública (concepto desconocido en épocas pasadas) permitió a esas ciudades financiar su expansión territorial mediante la conquista militar. Sus mercaderes controlaron el comercio y las finanzas europeas; esta fluida sociedad mercantil constataba claramente con la sociedad rural de la Europa medieval. Era una sociedad menos jerárquica y más preocupada por sus objetivos seculares.
Por supuesto, la edad media no acabó de forma repentina. No obstante, sería falso considerar la historia como una perpetua continuidad y, por tanto, al renacimiento como una mera continuación de la edad media. Una de las más significativas rupturas renacentistas con la tradición medieval se encuentra en el campo de la historia. Las obras Historiarum florentini populi libri XII (Doce libros de historias florentinas, 1420) de Leonardo Bruno, las Istorie fiorentine (Historias florentinas, 1525) de Nicolás Maquiavelo, Storia d´Italia (Historia de Italia, 1561-1564) de Francesco Guicciardini y Methodus ad facilem historiarum cognitionem (Método para facilitar el conocimiento de la historia, 1566) de Jean Bodin (Bodino), estaban escritas bajo un punto de vista secular del tiempo y con una actitud crítica hacia las fuentes históricas. La historia se convirtió en una rama de la literatura más que de la teología; los historiadores renacentistas rechazaron la división medieval cristiana de la historia, que se iniciaba con la Creación, seguida por la encarnación de Jesús, para terminar con el posterior Juicio Final. La visión renacentista de la historia también constaba de tres partes: comenzaba con la antigüedad, continuaba con la edad media y se completaba con la edad de oro, o renacimiento, que acababa de iniciarse. Mientras que los eruditos medievales contemplaban con recelo el mundo pagano griego y romano creyendo que vivían en la última etapa histórica, previa al Juicio Final, sus colegas renacentistas exaltaban el mundo clásico, condenaban el medievo como una etapa ignorante y bárbara y proclamaban su propia era como la época de la luz y de regreso al clasicismo. Esta visión era expresada por muchos pensadores renacentistas que recibieron el nombre de humanistas.
La idea renacentista del humanismo supuso otra ruptura cultural con la tradición medieval. Según el profesor estadounidense Paul Oscar Kristeller, este término, frecuentemente mal interpretado, significa la tendencia general del renacimiento a “conceder la mayor importancia a los estudios clásicos y a considerar la antigüedad clásica como la pauta común y el modelo a seguir en toda la actividad cultural”. Se estudiaron los textos clásicos y se enjuiciaron por sus propios valores; desde este momento ya no se utilizarían más para embellecer y justificar la civilización cristiana. El gran interés por la antigüedad tuvo su expresión en la febril y fructífera búsqueda de manuscritos clásicos; se redescubrieron los Diálogos de Platón, los textos históricos de Heródoto y Tucídides, las obras de los dramaturgos y poetas griegos, así como de los Padres de la Iglesia, que se publicaron críticamente por primera vez. El estudio de la lengua griega se desarrolló en los siglos XV y XVI gracias a la emigración de eruditos bizantinos que, tras la caída de Constantinopla en manos del Imperio otomano en 1453, la enseñaron en Florencia, Ferrara y Milán. El estudio de la literatura antigua, de la historia y de la filosofía moral, aunque a veces degeneró en una imitación de los clásicos, tenía por objetivo crear seres humanos libres y civilizados, personas de gusto y juicio, ciudadanos, en definitiva, más que sacerdotes y monjes.
La perfección del cuerpo humano mediante el entrenamiento físico, ideal que raramente se conoció en la edad media, se convirtió en uno de los objetivos de la educación renacentista. Los estudios humanísticos, junto a los grandes logros artísticos de la época, fueron fomentados y apoyados económicamente por grandes familias como los Medici en Florencia, los Este en Ferrara, los Sforza en Milán, los Gonzaga en Mantua, los duques de Urbino, los dogos en Venecia y el Papado en Roma.
También se hicieron progresos en medicina y anatomía, especialmente tras la traducción, en los siglos XV y XVI, de numerosos trabajos de Hipócrates y Galeno; también fueron traducidos en el siglo XVI algunos de los más avanzados tratados griegos sobre matemáticas. Entre los avances realizados destacaron la solución de ecuaciones cúbicas y la innovadora astronomía de Nicolás Copérnico, Tycho Brahe y Johannes Kepler. A finales del siglo XVI, Galileo ya había dado un paso fundamental al aplicar modelos matemáticos a la física. La geografía se transformó gracias a los conocimientos empíricos adquiridos a través de las exploraciones y los descubrimientos de nuevos continentes y por las primeras traducciones de las obras de Tolomeo y Estrabón.
Durante el renacimiento, las ciudades italianas se convirtieron en estados territoriales que buscaban expandirse a costa de otros. La unificación territorial tuvo lugar también en España, Francia e Inglaterra, lo que condujo a la formación del Estado nacional moderno. Este proceso contó con la ayuda de la moderna diplomacia, configurada, al tiempo que las nuevas tácticas militares, cuando las ciudades-estado italianas establecieron embajadas permanentes en cortes extranjeras. En el siglo XVI la institución de la embajada estable se hallaba extendida por el norte del continente, en Francia, Inglaterra y en el Sacro Imperio Romano Germánico.
El clero renacentista, particularmente su más alta jerarquía, ajustó su comportamiento a la ética y costumbres de la sociedad laica. Las actividades de los papas, cardenales y obispos apenas se diferenciaban de las usuales entre los mercaderes y políticos de la época. Al mismo tiempo, la cristiandad se mantuvo como un elemento vital y esencial de la cultura renacentista. Predicadores como san Bernardino de Siena y teólogos o prelados como San Antonino de Florencia, gozaron de gran prestigio y fueron venerados. Además muchos humanistas se preocuparon por cuestiones teológicas y aplicaron los nuevos conocimientos filológicos e históricos para estudiar e interpretar a los Padres de la Iglesia. El acercamiento humanista a la teología y a las Escrituras se puede observar desde el erudito y poeta italiano Petrarca hasta el holandés Erasmo de Rotterdam, lo que tuvo un poderoso impacto sobre los católicos y protestantes. “Acaso fuera más conveniente pasar en silencio a los Teólogos, ya que este asunto peor es meneallo, y mejor no tocar una hierba tan pestífera; no vaya a suceder que tal gente, que es en alto grado severa e irascible, caiga sobre mí con un copioso escuadrón de conclusiones para obligarme a cantar la palinodia, y, caso de que no se las admita, pongan el grito en el cielo llamándome hereje, que no de otra suerte suelen confundir con sus rayos a quienes la son poco propicios.” Erasmo de Rotterdam explica su forma de pensar ante una sociedad de la que no acepta su manera de actuar y razonar, con su libro del Elogio de la Locura, en que se opone a la decadencia de la sociedad.
El hombre renacentista adquiere una nueva visión de la vida. Mientras que el hombre medieval aceptaba el orden preestablecido de las cosas del mundo por creerlo obra de Dios (teocentrismo). El hombre renacentista, en cambio, se considera a sí mismo como el meollo del universo (antropocentrismo), de esta forma el mundo deja de ser un “valle de lágrimas” para convertirse en un lugar de belleza digno de ser gozado. La confianza en el poder de la razón junto a la observación y la experimentación promueve el sentido crítico y la curiosidad científica.
Surge un nuevo modelo del hombre ideal que es una síntesis armónica de los tipos medievales del clérigo y del caballero: el cortesano. Éste debe desarrollar sus cualidades físicas en el manejo de las armas y en la destreza en los juegos a la vez que cultiva sus cualidades espirituales con el conocimiento de las letras y el cultivo de la inteligencia.
El hombre renacentista prefería invitar a una dama a disfrutar del amor y de la vida antes de que la vejez o la muerte destruyan su belleza. La estética renacentista debía tener ciertas características bien definidas, como los límites claros y contornos precisos. Debía de ser armoniosa en el sentido de la proporción, poseer belleza serena. Se debía emprender la búsqueda de la belleza como un fin. Se daba gran valoración a la naturaleza idealizada donde todo debía de ser armónico, además de relajante y muy equilibrado.
En la Edad Media la poesía adquiere varios aspectos: por un lado se le identifica como una época de barbarie, como un prolongado sueño de inteligencia, como una época tenebrosa y de obscuridad; pero surge una poesía predominante espiritual, con una fuerza centrífuga hacia Dios. El arte era un accesorio de la religión.
Los hombres creían que el Medium Evum (medio evo) era el lapso que un hombre vive en el mundo entre el pecado y su expiación, mediante la penitencia, para lograr en la otra vida, la Edad Definitiva. El universo se concebía limitada y comprensible: la Tierra y el hombre construían su centro; el Cielo y el Infierno son los lugares para su vida futura. La poesía se sometió también a esta forma de arte que en un sentido amplio, podemos llamar social, en cuanto se ponían al servicio de las colectivas necesidades religiosas. Surgen los poemas dedicados a los Caballeros que lograban la victoria en diversos combates como el poema del Mio Cid, El Cantar de los Siete Infantes de Lara, y otros. Dante Alghieri se consolidó como el poeta más grande del medio evo. Descubriendo en su obra La Divina Comedia los horrores del infierno y la gloria del paraíso, sintetizando y coronando la actitud religiosa del medio evo, marca el fin de la Edad Media
Ya llegando al Renacimiento, los artistas con gran entusiasmo se dedicaron a buscar manuscritos monumentos y esculturas, los vestigios de las civilizaciones griegas y romanas, y crean a su vez obras inspiradas en ellas, así el mundo clásico volvía a nacer, es por ello que a esta época surgida en Italia se le llamó Renacimiento. La administración ante la maestría individual, el entusiasmo por el hombre es sentimiento esencial de la época renacentista.
El Renacimiento fue una gran época para los descubrimientos: Cristóbal Colón descubre América, se confirma la redondez de la Tierra, se inventa la imprenta, se descubre la teoría heliocéntrica, prosperan las literaturas y las artes, la prosa florece con la aparición de nuevos géneros. Todo esto para dar renacer a todos los escritores que surgen en España, Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Inglaterra y Austria.
Dentro del Renacimiento surge la poesía Nuhuátl, la cual fue creada no para leerse ni recitarse, sino para cantarse en reuniones artísticas muy refinadas por los intérpretes líricos.
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